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viernes, 14 de octubre de 2022

Esta es una Plaza: un proyecto de éxito para hacer la ciudad moderna más amable

 

Esta es una Plaza: un proyecto de éxito para hacer la ciudad moderna más amable

Un espacio, un proyecto, una comunidad, un acontecimiento diario…Ninguna cosa sin la otra

‘Un domingo cualquiera’ en Esta es una Plaza (video realizado por Gonzalo Cort — New Folder)

EL PROBLEMA DE LA CIUDAD MODERNA

Las ciudades contemporáneas ofrecen grandes posibilidades y retos de desarrollo personal y social, pero al mismo tiempo, conforme su extensión y la densidad de su población aumentan, se presentan tanto más inabarcables e incomprensibles, y en ocasiones incapaces de ofrecer una vida y una convivencia amable para la ciudadanía. Sea como unidad económica, como unidad política, como unidad demográfica, como unidad cultural, como unidad social, lo que caracteriza la ciudad contemporánea es la enorme complejidad, la necesidad de una continua negociación social capaz de conciliar intereses dispares, tanto públicos como privados.

Dentro de los principios de las sociedades democráticas, el bien común prevalece frente a los intereses de índole privado, y, de acuerdo a la legislación internacional, las administraciones públicas, en sus diferentes ámbitos se encuentran comprometidas con la defensa de ese bien común por encima de los intereses ideológicos o financieros. Es responsabilidad de los poderes públicos la defensa y la protección del espacio y del patrimonio público, tanto natural como cultural, material o inmaterial.

La concentración demográfica en grandes ciudades supone además una importante concentración de talento y creatividad que contribuye inequívocamente a la prosperidad y la felicidad, haciendo ciertas ciudades especialmente atractivas. Algunos de los factores que convierten ciertas ciudades del mundo en ciudades creativas, inteligentes, vibrantes, ecuánimes y habitables son:

  • La existencia de espacios y tiempos que propicien una existencia barrial viva, que facilite las relaciones e interacciones interpersonales, interprofesionales, interculturales.
  • Un espacio cívico habitable y bello, que integre parques, jardines, paseos, idorfselugares de reunión, huertos urbanos y, en general, que favorezcan una buena calidad de vida y un aprovechamiento de la climatología;
  • La coexistencia y convivencia de formas de diversidad, tanto cultural como biográfica, así como la existencia de espacios y medios que favorezcan la vida cotidiana de personas de todas las edades y condiciones — acceso a la vivienda, eliminación de barreras arquitectónicas, vías peatonales y cicloturísticas, densidad de tráfico, etc. —

Estos factores explican la proliferación en todas las grandes ciudades del mundo, de espacios e iniciativas ciudadanas ajenas a intereses mercantiles y promovidas por grupos cívicos, asociaciones y organizaciones, que hacen realidad el sueño de comunidades activas de aprendizaje recíproco y espacios autogestionados. Todos ellos brindan un ejemplo vivo de administración popular dirigida al bien de la comunidad. Todos ellos muestran los beneficios personales y sociales que provienen del ofrecimiento desinteresado de muchas personas para el surgimiento, el establecimiento y el crecimiento de estos espacios, tanto más valiosos cuanto puedan servir para educar a una nueva generación de ciudadanos más responsables, sabios, cívicos y creativos.

EL ORIGEN DEL PROYECTO

Esta es una Plaza surge como proyecto a finales del año 2008 gracias a la voluntad de un grupo de personas, muchas del vecindario inmediato, interesadas en dar uso al solar de 1800 m2 –sin uso durante más de treinta años– que se ubica en la calle Doctor Fourquet, 24, y delimitado por un muro.

Fue a raíz del taller Intervenciones en espacios vacíos de la ciudad, organizado por el colectivo Urbanacción en colaboración con La Casa Encendida y coordinado por Esterni de Milán, que el proyecto cobró impulso. La acción concreta llevada a cabo durante dicho taller consistió en proponer la transformación del solar en un espacio verde de ocio alternativo y disfrute colectivo. Una propuesta que daba respuesta a las necesidades del barrio detectadas en un estudio realizado en aquel momento para la ocasión entre los residentes de Lavapiés.

De aquella acción puntual nace un proyecto de mayor envergadura con la voluntad de experimentar y trabajar en torno a lo que sería un proceso de autogestión y participación ciudadana en la línea de iniciativas similares que durante las últimas décadas han florecido de forma similar en diferentes ciudades del mundo. Citamos aquí las más relevantes: La Main Verte en París, o Community garden de Nueva York o PAC-gardens de Berlín.

Dibujo extraído de ‘Genealogías de microdispositivos urbanos’ de Isa Guitérrez y Candela Morado

UNA FORMA DE HACER Y DECIDIR BASADA EN EL BIEN COMÚN

El reto de trabajar de forma coordinada y voluntaria para la consolidación de un espacio público colaborativo y abierto a toda la ciudad, es hoy en día una realidad que ya dura 13 años.

Las metodologías de desarrollo del proyecto están basadas en:

  • Desarrollar la creatividad, sin miedo a probar, equivocarse, aprender y mejorar.
  • Solucionar problemas que van surgiendo, analizando y empatizando, para luego idear, experimentar y evaluar la solución.

El nivel de éxito: nuestra longevidad.

La forma de organizarse del colectivo se logró consolidar creando un ideario y estudiando la forma de llevarlo a cabo de forma coherente.

Estructuración de La Plaza

Ser un proyecto participativo completamente abierto y autogestionado horizontalmente (sin jerarquías), se consiguió estableciendo normas de democracia directa, donde las decisiones las toma la Asamblea.

Cualquier persona puede participar en la Plaza y todas las voces son bienvenidas: tanto la persona que está altamente implicada como el observador que está de paso. Lo más valorado es que nos hagan mejorar. Y las decisiones son acertadas solo cuando se consigue la ausencia de disenso.Este es el secreto de la paz que se respira y lo que nos permite funcionar en la unión, aunque compuesta por personas muy diversas ; )

Además de decidir, la Asamblea es el espacio de co-creación principal del proyecto, donde es frecuente usar dinámicas muy parecidas al design sprint, muchas veces en reuniones más específicas, que celebran dentro de los grupos de trabajo o en sesiones temáticas.

Puede sonar a utopía, pero en un proyecto donde hay tantas cosas por hacer, y sin afán de productividad específica, se opta siempre por llevar a cabo solo las acciones que generan un impacto positivo. Este modus-operandis nos ha facilitado enormemente la existencia y nos ha emancipado de muchos conflictos artificiales y dañinos… Debatir de forma regular (cada mes, más o menos) y con mucha participación (un promedio de veinte personas por asamblea, nunca realmente las mismas), nos ha permitido alcanzar la sabiduría para esta construcción poliédrica basada en el bien común. Al final, nosotros mismos nos consideramos utopía hecha realidad.

Por otro lado, la Asamblea es un espacio abierto para obtener todos los feedback sobre nuestra actividad y nos va marcando las necesidades a atender. Otros canales abiertos a las observaciones, quejas y propuestas son el email general, el email interno, varios grupos de whatsApp, el blog, Facebook, Twitter y estamos abriendo un Instagram nuevo justo en estos días de cara a crear un nuevo relato de la Plaza en primera persona: vídeos de usuarios expresando por qué acuden al espacio. Repito que todas las voces son importantes en nuestro proyecto y nuestra capacidad de escucha y procesamiento es lo que muchas veces marca nuestro caminar. El objetivo final es en gran parte la satisfacción general.

Auto-definiciones de Esta es una Plaza recogidas para la asamblea anual donde se revisa el ideario

LOS RECURSOS DE ESTA ES UNA PLAZA

El enfoque económico que desde el principio le dimos a Esta es una Plaza ha sido el compromiso de evitar cualquier práctica de intercambio monetario que suponga un beneficio individual, el pago o cobro de sueldos de cualquier tipo o la realización de actividades comerciales. Pensamos que la ausencia de posibilidad de obtener un beneficio, más allá del comunitario, ha sido uno de los vértices fundamentales para mantener sana y fuerte la colaboración entre las personas que gestionan o visitan el espacio.

Adoptamos por una economía basada en el intercambio y el regalo. Muy pronto hemos descubierto que este es el secreto de una comunidad fuerte, la gente unida por la cooperación.

El recurso principal del proyecto es el trabajo voluntario e desinteresado de muchísimas personas, que regalaron y regalan su tiempo, su creatividad, su esfuerzo a la comunidad.

Todas las actividades son abiertas y gratuitas para conseguir un 100 % de inclusividad.

Y para sufragar gastos, con total transparencia y comunicando claramente las necesidades a cubrir, incitamos las aportaciones monetarias voluntarias en actos festivos puntuales.

LAS 110 LLAVES QUE ABREN EL ESPACIO

Decimos que el mayor éxito de La Plaza es todas las cosas malas que nunca ocurrieron en el seno de un barrio no exento de sucesos violentos y de gente necesitada.

A día de hoy, existen unas 110 llaves que abren el espacio, en posesión de personas que acatan un sencillo protocolo basado en el ideario y en hacerse responsable del espacio.

En caso de que surja cualquier percance, la norma es evacuar el espacio. Disfrutar de este trocito de edén en medio de la ciudad es un acontecimiento diario que sólo se puede dar en buenas condiciones y buen ambiente. No somos fuertes, no somos policías, ni porteros, ni exclusivos, ni privilegiados… La Plaza sólo puede ser lo que juntos hacemos posible en una fórmula de éxito. ¡Ser o no ser Plaza, esa es la cuestión!

martes, 11 de octubre de 2022

LA RESPONSABILIDAD CÍVICA EN LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA

LA RESPONSABILIDAD CÍVICA EN LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA

— Artículo escrito por el artista Juan Luis Moraza como síntesis de un proceso colectivo en el que ha participado.


Las ciudades contemporáneas ofrecen grandes posibilidades y retos de desarrollo personal y social, pero al mismo tiempo, conforme su extensión y la densidad de su población aumentan, se presentan tanto más inabarcables e incomprensibles, y en ocasiones incapaces de ofrecer una vida y una convivencia amable para los ciudadanos. Sea como unidad económica, como unidad política, como unidad demográfica, como unidad cultural, como unidad social, lo que caracteriza la ciudad contemporánea es la enorme complejidad, la necesidad de una continua negociación social capaz de conciliar intereses dispares, tanto públicos como privados. Dentro de los principios de las sociedades democráticas, el bien común prevalece frente a los intereses de índole privado, y, de acuerdo a la legislación internacional, las administraciones públicas, en sus diferentes ámbitos se encuentran comprometidas con la defensa de ese bien común por encima de los intereses ideológicos o financieros. Es responsabilidad de los poderes públicos la defensa y la protección del espacio y del patrimonio público, tanto natural como cultural, material o inmaterial.


Sin embargo, incluso en sociedades democráticas, las grandes cifras, los intereses globales, las políticas generales, los planes estratégicos, restringen o a menudo olvidan las políticas de proximidad, lo real de la vida cotidiana y los intereses de los ciudadanos. La ciudadanía corre el riesgo entonces de convertirse en sujeto pasivo de las imposturas omnipresentes de la publicidad, en unidad de financiación de los servicios, y en objeto de las políticas de las administraciones locales, a su vez sobredeterminadas por intereses contrarios a lo común. 



La ciudadanía está comprometida también a preservar ese patrimonio y ese bien común, incluso cuando las administraciones públicas, por sus propios compromisos o necesidades, puedan olvidar la naturaleza pública inviolable de esa propiedad. Si bien la estructura de la representación social se despliega mediante instituciones de administración pública, la titularidad y la responsabilidad final recae en la propia ciudadanía, que debe velar por un buen uso común de lo comunitario. Las iniciativas y las normativas implantadas por las Administraciones, por muy razonables o consensuadas que sean, resultan insuficientes para constituir una vida social armónica y una ciudad plenamente habitable sin el compromiso activo e interiorizado de los ciudadanos, responsables últimos de la calidad del espacio social.



La crisis de legitimidad de ciertos sistemas de representación política, la necesidad de reconsiderar algunos de los fundamentos de las sociedades del desarrollo y las formas de socialidad, la tendencia a pensar la vida de acuerdo a políticas comunitarias de proximidad, sostenibilidad, y negociación, el impulso para habitar la ciudad de modos solidarios y creativos, hacen que cada vez surjan más iniciativas ciudadanas basadas en la responsabilidad y en el deseo de participación, no tanto en la uniformidad –laboral, cultural, económica- sino en la diversidad de núcleos cívicos responsables y deseosos de establecer relaciones fructíferas de intercambio y servicio. 



La concentración demográfica en grandes ciudades supone además una importante concentración de talento y creatividad que contribuye inequívocamente a la prosperidad y la felicidad, haciendo ciertas ciudades especialmente atractivas. Algunos de los factores que convierten ciertas ciudades del mundo en “ciudades creativas”, inteligentes, vibrantes, ecuánimes y habitables son: 



- La existencia de espacios y tiempos que propicien una existencia barrial viva, que facilite las relaciones e interacciones interpersonales, interprofesionales, interculturales… 



- Un espacio cívico habitable y bello, que integre parques, jardines, paseos, lugares de reunión, huertos urbanos y, en general, que favorezcan una buena calidad de vida y un aprovechamiento de la climatología; 



- La coexistencia y convivencia de formas de diversidad, tanto cultural como biográfica, así como la existencia de espacios y medios que favorezcan la vida cotidiana de personas de todas las edades y condiciones —acceso a la vivienda, eliminación de barreras arquitectónicas, vías peatonales y cicloturísticas, densidad de tráfico, etc.—



…Estos factores explican la proliferación en todas las grandes ciudades del mundo, de espacios e iniciativas ciudadanas, ajenas a intereses mercantiles y promovidas por grupos cívicos, asociaciones y organizaciones, que hacen realidad el sueño de comunidades activas de aprendizaje recíproco y espacios autogestionados. Todos ellos brindan un ejemplo vivo de administración popular dirigida al bien de la comunidad. Todos ellos muestran los beneficios personales y sociales que provienen del ofrecimiento desinteresado de muchas personas para el surgimiento, el establecimiento y el crecimiento de estos espacios, tanto más valiosos cuanto puedan servir para educar a una nueva generación de ciudadanos más responsables, sabios, cívicos y creativos.





ESPACIO PÚBLICO Y TEJIDO SOCIAL


No habitamos porque hemos construido, sino que construimos y hemos construido en la medida en que habitamos, es decir, en cuanto que somos los que habitan. 


Martin Heidegger. Construir, habitar, pensar


Los seres humanos no sólo viven en sociedad, sino que crean sociedades para vivir.


Maurice Godelier. Lo mental y lo material



La acción de habitar en el sentido humano desde siempre pone el acento sobre la apropiación y la adaptación del ser humano a su entorno: el hábitat. El hábitat, en su concepción más amplia, es el lugar físico habitado por el ser humano quien, a través de prácticas transformadoras, lo configura. El hábitat es, también, el espacio resignificado y reconstituido por la cultura. En términos antropológicos, los asentamientos humanos suponen respuestas relativamente estables a las condiciones del habitar: la instrumentalización del medio ambiente, las relaciones sociales y afectivas, las formas de representación, el lenguaje y los símbolos… configuran nuestro habitar en el mundo.


Los aspectos negativos que se derivan de la mala gestión del hábitat son, tanto la contaminación biológica que afecta al medioambiente –aire, agua, suelo y seres vivos– como la contaminación psicofísica que tiene que ver propiamente con el ser humano y su estar en un determinado ambiente. Hay ciudades y zonas dentro de las ciudades donde vivir, permanecer o sencillamente pasear resulta más agradable que en otras; de ahí que de estar en uno u otro, resulte un privilegio. Un ambiente no puede evitar comunicar estímulos emocionales a los habitantes, por eso, tan fundamental es la conservación del medioambiente como su recuperación en términos de relación entre el espacio y su función social. 



Las formas de organización, las estructuras simbólicas, los principios y las formas de socialización son escisiones de los vínculos sociales que tejen el espacio público. De modo que la tendencia a considerar la vida urbana desde una perspectiva exclusivamente privada –como es la actual– contribuye a disminuir la participación del ciudadano en el espacio público, afectando directamente a la conformación de su identidad colectiva. 



Conforme la responsabilidad queda delegada en organismos y administraciones, resulta más acentuado el deterioro progresivo de la función social y la desatención del espacio público con los compromisos ciudadanos que éste conlleva. Sin embargo, sólo la implicación personal y activa de los ciudadanos puede propiciar un modo de habitar socialmente armónico y estable, y sólo cuando cada ciudadano se siente partícipe y responsable del espacio público, la atención y el cuidado se intensifican y los ciudadanos contribuyen desinteresadamente al bien común. En definitiva, la calidad del espacio público es proporcional a la implicación social de sus ciudadanos respecto a la construcción de la ciudad.



Entendemos el espacio público como parte de un espacio colectivo más amplio: aquel que es generado, transformado y habitado por lo colectivo. El espacio público tiene un papel protagonista en la construcción del espacio colectivo, ya que sólo a partir de aquel es posible restituir todo el sentido a la amplia serie de actividades que forman el conjunto de la vida colectiva, cada vez más dominada por la iniciativa privada y el capital privado.



La idea de poder intervenir mediante la toma de decisiones en la construcción y transformación del propio hábitat está fuertemente vinculada al concepto de desarrollo humano, según el cual, al hombre, al ser humano, no se le considera meramente como instrumento/objeto en la cadena de producción de bienes de consumo, sino siempre y, sin excepción alguna, beneficiario/sujeto del proceso de desarrollo. 



Si el desarrollo humano, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), suele definirse como el alcance de una vida larga y saludable, con acceso al conocimiento y a los recursos necesarios para un nivel de vida decente. A estos tres factores, hay que agregar, en palabras de Amartya Sen, la libertad política y social –en términos de participación y de oportunidades– para la creación de un ambiente propicio en el que las personas, tanto individual como colectivamente, puedan desarrollar todas sus potencialidades y contar con una oportunidad razonable de llevar una vida creativa conforme a sus necesidades e intereses. El desarrollo humano, en definitiva, no puede referirse solamente a la satisfacción de necesidades básicas, sino también al desarrollo como un proceso integral dinámico de participación.



Este proceso implica devolver el protagonismo real a las personas. Como definiría Max Neef, se trata de una visión a escala humana del significado de desarrollo que requeriría de una transformación estructural de abajo a arriba y un cambio en las políticas para generar y asignar recursos con el fin de fortalecer a las organizaciones locales y mejorar su nivel de independencia. Esto exige revisar las ideas tradicionales en torno a los recursos y pensar en formas alternativas para identificarlos y movilizarlos, dando relevancia a los recursos no convencionales, es decir, sin valorarlos en términos de coste, oferta y demanda sino poniendo en evidencia su dimensión cualitativa y su valor para movilizar potencialidades sociales como la creatividad, las sinergias, la identidad, la solidaridad y el saber popular.



Desde esta reflexión en torno al concepto de desarrollo, la participación ciudadana emerge como el instrumento esencial para influir en la satisfacción de las necesidades ciudadanas y fomentar el control crítico del individuo y de la sociedad. Es pues necesario, desde este enfoque, devolverle a la mirada su escala humana y prestar atención a aquellas iniciativas locales de intervención social para la mejora del hábitat. Son éstas, iniciativas que buscan la relación de actores y usos de forma más cercana y reconocible por los ciudadanos, que ponen en práctica la sostenibilidad social de las ciudades y hacen efectivo el derecho a la ciudad por parte de todos. 



Bajo esta óptica, el proyecto Esta es una Plaza defiende la acción local –desde lo cercano y cotidiano del barrio–, como modelo de reproducción social. Para la administración, esto supone, por un lado, asumir que los ciudadanos son sujetos titulares de derechos con capacidad para mejorar sus barrios, por otro, entender que los barrios son entidades vivas y organizadas, y, por último, reconocer el alcance de la acción participativa sobre la vitalidad urbana.



Es parte también del proyecto Esta es una Plaza la construcción de un tejido social impulsor de nuevas relaciones entre los participantes que permita el intercambio (de conocimientos, puntos de vista, informaciones, métodos de trabajo, etc.), a través del cual sea posible consolidar la idea de un grupo con fuerza para promover cambios a favor de objetivos comunes. El todo se basa sobre la construcción de consensos (1) y la construcción social del conocimiento (2).



(1) Los modelos tradicionales de resolución de problemas y toma de decisiones de carácter procedimental y mayoritario –que muy a menudo llevan a decisiones no compartidas, minorías infelices y soluciones pobres– tienen que dejar espacio a la experimentación de procesos en los que ir más allá de las fórmulas típicas para la creación de un debate creativo que permita generar las bases de un trabajo colaborativo de larga duración. Estos nuevos modelos (procesos deliberativos) son orientados a la horizontalidad y a la interacción, construyen de forma conjunta problemas, necesidades y soluciones y ponen en valor la cooperación y la reciprocidad.



(2) El paradigma de simplicidad del conocimiento opera mediante principios de separación, reducción y abstracción. O bien separa lo que está ligado (disyunción) o bien unifica lo que es diverso (reducción). Del pensamiento simplificador y su principio de disyunción se deriva la separación entre campos de conocimiento y su estructuración basada en su división en disciplinas tendentes a la autonomía a través de la creación de su propio lenguaje y el desarrollo de sus técnicas. Esta híper-especialización constituye un obstáculo para el propio desarrollo del conocimiento y supone su institucionalización, lo que monopoliza el conocimiento que la sociedad considera legítimo. Frente a eso, es necesario producir el conocimiento como un hecho colectivo cuya confrontación de ideas permita construir puntos de vista diferentes que se alejen de la objetividad en favor de la reflexión compartida. Las prácticas de participación imponen un cambio desde la híper-especialización del conocimiento que simplifica la realidad y separa las cosas de su contexto hacia la interdisciplinariedad que produce innovación y que tenga en cuenta los saberes informales y populares, esto es, aquellos saberes que vienen desde la práctica y la vivencia de un territorio.



En definitiva, el proyecto y la experiencia de Esta es una Plaza, apuesta por el fomento de la cultura participativa a partir de prácticas, espontáneas u organizadas por los habitantes, de construcción de la ciudad y de uso y transformación del espacio, que pongan en marcha nuevos sistemas de valores y permitan experimentar con instrumentos de participación directa, auto-organización, auto-gestión y auto-recuperación, requiriendo siempre la invención de nuevas relaciones entre los seres humanos y entre estos y el medioambiente y la técnica. Prácticas en las que las formas de relación son más importante que los contenidos y donde lo marcadamente trasformador radica en el cambio de estas formas de relación, creando nuevas redes y espacios de comunicación basados a menudo en las emociones, la confianza y la afectividad, y, por ello, capaces de contrarrestar los efectos de masificación del pensamiento único de la sociedad individualista. 



Por último, la construcción del proceso participativo de Esta es una Plaza tiende a crear las condiciones y a saber conjugar los siguientes valores:



QUERER PARTICIPAR: fomentar el sentido de pertenencia, identidad y afecto para motivar a las personas a incorporarse al proceso.



PODER PARTICIPAR: crear foros donde se pueda construir, tomar decisiones y gestionarlas. Estos foros pueden tomar diferentes formas: asambleas, jornadas de debate, espacios informales de discusión, etc.



SABER PARTICIPAR: trabajar la formación y el intercambio de saberes, para provocar saltos de lo individual a lo colectivo.




CULTURA, EXPERIENCIA DE APRENDIZAJE COLECTIVO 
Y CREACIÓN SOCIAL


CULTURA Y EDUCACIÓN


Estratos geológicos, fondos marinos, depósitos arqueológicos, vías de comunicación, calzadas, estaciones, fondas, cultivos, asentamientos, emigraciones, inmigraciones, conflictos, renovaciones, industrias, fiestas, memorias… Una cultura es el resultado de su historia. Desde las ciencias sociales, el concepto de cultura incluye todas las formas de transmisión por procedimientos no genéticos: una «cultura material» (tecnologías, objetos, dispositivos), unas construcciones simbólicas (sistemas de lenguaje y de conducta, reglas, costumbres, relatos, etc.), un sistema de vivencias (un régimen perceptivo, unas formas de imaginación, unas estructuras psicodinámicas y emocionales, etc.)… y, en definitiva, todo lo que constituye causa y efecto de la socialidad humana: sus relaciones sociales e interculturales –propiamente humanas- y sus relaciones con el medioambiente. Desde esta perspectiva, la sociedad es simultáneamente agente, proceso y resultado de la cultura. Y la cultura un sistema y un proceso continuo de aprendizaje.


Dentro de esta acepción antropológica, se incluyen diferentes contextos culturales especializados y que identifican campos del saber y la actividad humana: la cultura rural, la cultura urbana, las diferentes culturas territoriales o epocales, y también la cultura como un sector específico o profesional (que incluye las artes). 


Esta es una Plaza es una iniciativa que asume esta identificación sustancial entre cultura y educación, ofreciéndose como proceso distribuido de creación cultural. Esta es una Plaza abre en la ciudad un espacio para reconocer y recuperar cierta tradición de cultura cívica, como una red de vínculos donde todos trabajan para todos, donde todos aprenden de todos, intercambiándose todo aquello que cada uno necesita, alimentando los anhelos propios y ajenos. Por eso la civilidad implica la implicación social, una complicidad por encima de las diferencias de interés, o que integra los conflictos de interés en el orden superior del desarrollo convivencial. Ello no conlleva la eliminación de los conflictos en una suerte de paraíso irrealizable, o bien de una “inclusión social” que elimine las diferencias. Muy al contrario, la civilidad se articula como vínculo polémico y crítico entre identidades y diferencias, entre competencia y cooperación, entre la cultura y su futuro. 


Culturalmente, una ciudad es un artificio de supervivencia, cumpliendo funciones de protección, provisión, etc… Pero una ciudad excede su dimensión «funcional», en tanto supone una creación social, una experiencia cívica, un laboratorio de ensayos de convivencia que incluye conflictos y desencuentros. Más allá de la cultura, la ciudad contiene una dimensión o posibilidad artística. Esta consideración supone el paso de la noción de ciudad-mecanismo, a una ciudad-organismo, a una ciudad-obra, a una ciudad de excelencia, no definida desde su “normalización” sino desde su singularidad, desde su pluralidad.


Desde esta perspectiva, tratamos de implicar cambios significativos en la vida cultural de la ciudad desde los objetivos que se establecen en la Asociación y en el proyecto. Nuestro proyecto no tiene como último propósito dar acceso al ciudadano a ciertos servicios, actividades e infraestructuras, sino que es un espacio didáctico para la creación cívica que favorezca el incremento de un diálogo social y cultural de los ciudadanos y la administración.


La vitalidad democrática de una sociedad depende de la cultura política de sus ciudadanos, esto es, de sus competencias en términos de pensamiento, opinión, decisión, e imaginación, y de su disposición participativa y responsable. Por ello, la administración pública también tiene la responsabilidad de promover el incremento de la cultura cívica y colaborar con las iniciativas ciudadanas en procesos que incrementen la conciencia cívica para la convivencia activa. La didáctica social no se limita a la difusión de mensajes o la provisión de acceso a infraestructuras, sino que implica –tanto para los ciudadanos como para las administraciones, y mediante la participación-, favorecer el desarrollo de una cultura cívica, de un aprendizaje colectivo. El proyecto Esta es una Plaza se produce, de hecho, como un experimento cívico, como un laboratorio de ensayos de convivencia, con fisuras conflictivas, encuentros y desencuentros, como un ensayo de generosidad y de apuesta por lo común que trasciende los modos más convencionales o formalizados de participación, ensayando sistemas de didáctica social distribuidos.




DIDÁCTICA SOCIAL Y COMUNIDAD DE APRENDIZAJE


El espacio de Esta es una Plaza es fundamentalmente un lugar de encuentro y de aprendizaje colectivo para el vecindario donde se intercambian saberes y afectos. Se trata de un espacio de convivencia intercultural e intergeneracional dado que la dinámica que se ha desarrollado y potenciado en el mismo aboga por este tipo de encuentros. Toda la actividad de la Plaza está inmersa en el espíritu de participación colectiva y práctica vecinal autogestionada. Esta iniciativa se vincula a los tiempos de ocio y por lo tanto llega a formar parte de la vida cotidiana de las personas. 


Entendemos que Esta es una Plaza ensaya un modelo práctico de aprendizaje cívico, centrado en la generación de núcleos de interés y actividad que recurren a la investigación como medio de solución a problemas cotidianos que surgen o a planteamientos de mejora. Además se propicia un sistema de aprendizajes que en muchas ocasiones es resultado de generosas iniciativas individuales puntuales, pero que en otras muchas es consecuencia de procesos creativos distribuidos o en cascada, donde las múltiples aportaciones se articulan para propiciar dinámicas colectivas de aprendizaje recíproco. 


Desde su organización y su dinámica, el espacio proporciona el lugar para esta práctica, y transmite por sí mismo un modus operandi del ideario del proyecto. Las actividades nutren las ideas y las dotan de experiencia, creando intersecciones entre la cultura urbana y la cultura rural, entre culturas autóctonas y foráneas, entre experiencias profesionales y vivencias personales... La plaza proporciona una serie de zonas y actividades generadores de actividad que favorecen la colaboración y participación en torno a los mismos, estas zonas surgen como resultado de planteamientos generales de planificación; huerto, jardines, compostaje, construcción de un teatro, áreas de juego infantil y de crianza compartida… pero también como propuestas realizadas por intereses concretos (bicis, radio, bioconstrución,…) resulta especialmente interesante la porosidad e interrelación entre estas zonas lo cual favorece, como resultado, aprendizajes de tipo interdisciplinar.


El proyecto que se desarrolla en Esta es una Plaza tiene una gran componente educativa y divulgativa de valores cívicos y ecológicos, al ser un espacio donde se fomenta el mantenimiento sostenible mediante el compostaje de elementos vegetales, el reciclado de materiales, y su reutilización creativa en talleres colectivos.


Es importante además el fomento de encuentros inter-generacionales que permiten acercamientos entre niños, jóvenes y mayores improbables en las ciudades y las formas de vida actuales. Estos encuentros permiten una transmisión didáctica recíproca de saberes del pasado, de presente y del futuro. 


Esta es una Plaza fomenta la constitución de una comunidad de aprendizaje, un acontecimiento didáctico que se define y se actualiza permanentemente, como un ente vivo que se nutre de aportaciones comunes y personales desinteresadas que dan cabida tanto al ámbito afectivo como al político desde una postura de dialogo y debate constructivo y consensuado. La fuerza didáctica del espacio comunitario proviene de su proceso de desarrollo: 


a. Un espacio para una cultura compartida: Compartimos nuestras experiencias y opiniones. Las compartimos a través de la observación, la escucha, conversando e interactuando. Esta puesta en común une a las personas al proporcionar experiencias e ideas comunes. 


b. Utilización de la cultura para integrar y crear. Se trabaja la expresión pública.


c. El espacio transmite el modus operandi de nuestro ideario. Las actividades nutren las ideas y las dotan de experiencia.


d. Una escena abierta a todos y a la improvisación de la ciudadanía: Por ejemplo en nuestro espacio se improvisó que fuera el jardín de los bebés del barrio. Nadie lo había previsto, pero naturalmente, los progenitores encontraron en la configuración del espacio el lugar idóneo en el barrio para estar con niños de 0 a 3 años por las condiciones difíciles de encontrar en la ciudad (un lugar cerrado, seguro, amable, natural…)


e. Una escena para compartir unos valores colectivos vivos y siempre a debate.


f. Una escena para conocer a los vecinos. Cada vecino viene con su mejor cara a ofrecer lo que mejor sabe a hacer a la colectividad, lo que permite generar modos de colaboración para el bien común. Esto crea una escena de conjunción de saberes y experiencias que incrementa el nivel de conocimiento de la colectividad.


g. Pero a grandes rasgos dominan varios tipos de aprendizajes: medioambientales / reciclajes / compostajes, de destrezas varias (tejido, carpintería, mecánica, construcción...), organizativos y políticos (asamblearios, autogestión, de ciudadanía activa), culturales (artísticos, urbanísticos, ...), afectivos (tejido social, inclusión, intergeneracionales, …, de sentimiento positivo constructivo).


h. Un modo de realizar el aprendizaje de manera voluntaria, desinteresada, participativa, etc, esto supone acuerdos mutuos, encuentros, debates, intercambios, aprendizajes colaborativos, en cascada, distributivos, etc. 


A tenor de los comentarios que recibimos a diario por parte de los vecinos, paseantes y los cada vez más numerosos turistas que se acercan a visitarnos, así como el reconocimiento que esta experiencia cultural y didáctica ha adquirido en el ámbito universitario y cultural, nuestra iniciativa y actividad se plantean como una alternativa interesante que proyecta una imagen activa y positiva del barrio y por extensión de la ciudad y de sus ciudadanos, a los que ven implicados en el cuidado de la misma.