Hola, soy
Xosé y este es mi ejercicio desde el confinamiento:
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Esta Es Una Plaza me la imagino como la playa nudista de Lavapiés. Y, desde luego, si no volviese a abrir, me acabarían deteniendo desnudo en la calle por escándalo público, porque no encontraría otro sitio igual para practicar el nudismo, aunque solo sea nudismo mental.
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Cuando era pequeño, me fascinaba el programa Un, Dos, Tres. En realidad, lo que me fascinaba era cuando salía aquel hipnotizador que escogía a una persona entre el público, la hipnotizaba, le ponía unas gafas y le decía que, cuando abriese los ojos, podría ver a todo el mundo desnudo. Y, efectivamente, abría los ojos, se ponía las gafas y la cara se le llenaba de sorpresa, risa y asombro, hasta que se miraba a sí misma y sus manos corrían a tapar sus partes llena de pudor. Yo soñaba con conseguir esas gafas.
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Las conseguí hace unos años, en 2008, cuando descubrí Esta Es Una Plaza. Me encontré con gente saludando desnuda, hablando desnuda a quienes todavía estábamos vestidos, y plantando desnudos en el huerto o arreglando bicicletas desnudas. Los que visitaban asiduamente la plaza vestidos, acababan por sentirse incómodos, así que o bien se desnudaban o, hay que decir en muy pocos casos, se iban.
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Así que, poco a poco, me fui desnudando para entender mejor todo aquello. Y resulta que no tenía pudor, que hasta mis defectos los podía mostrar o, en su defecto, mejorar. O, en su más que defecto, compartir, y siempre por defecto. En Esta Es Una Plaza somos capaces de celebrar hasta los defectos.
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En fin, esta plaza es puro nudismo, pero el de verdad, no el de pose. Por eso molesta cuando llegan grupos de turistas acompañados de guías para hacer visitas rápidas a una plaza que, por naturaleza, es lenta. En esos momentos, sí sentimos el pudor de estar desnudos.
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